domingo, 16 de enero de 2011

Ceci n'est pas une pipe


Tenemos la curiosa necesidad de ponerle un nombre a todo. A los niños cuando nacen, a las calles, a las playas, a los pintauñas, a los animales. También tienen nombres los números, las comidas y los objetos. Igualmente, lo hacemos con los sentimientos, las canciones, los coches, teléfonos y películas. Hablamos y hablamos sin parar, de todo y de nada, sobre algo irrelevante o importante, curioso o absurdo. Hay gente que habla poco, otra todo lo contrario. Hablamos a veces deprisa, otros despacio.
Aun así, paradójicamente, los momentos que perduran en nosotros son aquellos que nos dejan sin palabras.

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